
Podemos hablar de calidad educativa de un país, cuando se logra evitar el fracaso escolar y cuando se garantiza el aprendizaje de todos los estudiantes. Ahora bien, no se concibe calidad educativa sin evaluación de calidad. Y un factor clave de la evaluación de calidad de los aprendizajes es la implementación de una adecuada retroalimentación.
La evaluación es necesaria, porque lo que no se evalúa, se devalúa y porque solamente lo que se evalúa se puede mejorar. Pero esta tiene que ser de calidad. No evaluar por evaluar; hay que saber no solo qué evaluar y cómo hacerlo, sino sobre todo, por qué y para qué evaluar: se evalúa para facilitar y mejorar el aprendizaje.
Un componente fundamental y esencial al momento de calificar el tipo de evaluación que se practica es la socialización y retroalimentación de los resultados; de ellas surge la motivación para aprender en el estudiante y para mejorar la práctica pedagógica en el docente. La nueva cultura de la evaluación, sin duda, debe conceder una mayor importancia a la retroalimentación de los resultados, tanto al referirse a los procesos evaluativos de aula como a los que se implementan a nivel nacional e internacional, PAES, PISA, etc.
La teoría evaluativa insiste en que una evaluación de calidad requiere que se deben cerrar la secuencia de pasos que esta implica: conceptualización de la evaluación, claridad en los objetivos, recogida de la información, valoración e interpretación de los resultados, retroalimentación y toma de decisiones para implementar planes de mejora. Generalmente, el problema radica en que amputamos el proceso en el segundo paso y nos quedamos con la nota, porque es lo que administrativamente nos exigen.
Según Santos Guerra en su dinámica de “una flecha en la diana”, la no mejora del rendimiento está en la falta de retroalimentación, en no tener claro lo que se evalúa y en las actitudes prepotentes del evaluador. Es decir, no basta con obtener información, la gran falla de la evaluación ha sido la no utilización de los resultados y la falta de ética en su uso; la cual está asociada al no conocimiento de estos, o a una inadecuada comprensión. En la práctica de la evaluación en las aulas y a otros niveles más amplios, pareciera que el proceso evaluativo termina con la recogida de la información y no se valora la retroalimentación.
En algún lugar leí que “los niños aprenden de aquellos docentes a los que aman”. La empatía y la cercanía afectiva en relación a los docentes, alimentan la motivación por el aprendizaje de los estudiantes. La percepción positiva y la credibilidad del docente, vienen asociadas a la percepción de justicia de este en su relación pedagógica con los estudiantes.